martes, 1 de marzo de 2011

Presentación del "Proyecto Aparecidos"


El 10 de noviembre de 2010, el Colegio de Abogados de Lomas de Zamora organizó la Jornada por la Memoria, la Verdad y la Justicia. Allí, se les entregó a los familiares de Antonio Sosa, Luis Elezvaig, Gastón Courtade, Oscar Oshiro, Baldomero Juan Valera, Pablo Surraco Britos, Domingo Angelucci y José Alfredo Zelaya Mass una medalla en reconocimiento al trabajo y lucha de los ocho abogados.

Además, se realizó la presentación del Proyecto Aparecidos. Este trabajo es llevado adelante por el Grupo de Investigación Tríptico y consiste en dar cuenta de quiénes eran los ocho abogados desaparecidos. Cómo ejercían la profesión, cuál era su militancia, sus ideas, cómo eran como amigos, padres, hijos. Es decir, devolverles de alguna manera la identidad que les fue quitada por el Terrorismo de Estado. Toda la información recopilada, sobre todo a través de entrevistas a personas que los conocieron, será plasmada en un mural y en una publicación.

A modo de adelanto de este trabajo, se presentó ese mismo día una exposición con fotos, imágenes y distintos materiales gráficos relacionados a los abogados. Esta exhibición será itinerante.

Grupo Tríptico
Discurso de presentación del trabajo de investigación a cargo de su coordinadora, Martina Laborde.





Cecilia Litvin, Celeste Pesoa y Martina Laborde, integrantes del Grupo Tríptico


Buenas tardes a todos, en primer lugar queríamos agradecer a la Secretaría de Derechos Humanos del Colegio, por habernos dado la posibilidad de realizar este trabajo.
En segundo lugar queríamos contarles cómo surgió este proyecto.
Hace ya casi dos años, me llegó un mail a través de mi madre, donde el Colegio solicitaba algún interesado en hacer un mural que recuerde a los ocho abogados desaparecidos del departamento judicial de Lomas de Zamora…

Me interesó la idea de hacer un mural, pero no me terminaba de convencer el típico mural con los nombres y las fechas de desaparición. Además siempre me pareció que las listas los asociaba a un número, uno más de tantas muertes, quitándoles así la identidad.

Mi idea de mural pasaba por recuperar la identidad de los ocho abogados robada por el terrorismo de estado. Saber quiénes eran, cómo pensaban, qué música escuchaban, qué leían, dónde militaban, cómo ejercían la profesión, cómo era su familia, cómo fue su infancia. Y así entender el por qué de su desaparición.

Viene a la primera entrevista con Claudio Pandolfi (a quien no conocía) convencida que me iba a decir que no había tiempo, que quería el mural para el 24 de marzo, y que mi proyecto era muy ambicioso. Bueno, no fue así, le encantó el proyecto y me dio vía libre para realizarlo.

En ese momento me di cuenta que no iba a poder llevar adelante este trabajo sola. Así fue como convoqué primero a Celeste Pesoa, diseñadora gráfica, para trabajar juntas en la realización del mural. Y luego a Cecilia Litvin, para que como periodista nos ayudara en la investigación.


A medida que comenzamos a recorrer este camino, conocí a dos personas maravillosas, Celeste se puso el proyecto al hombro desde el primer momento para llevarlo adelante con paciencia y optimismo. Y Cecilia, sin quien esto no hubiese sido posible, comenzó hacer un trabajo de hormiguita, rastreando contactos, llamando, insistiendo, investigando. En las reuniones de trabajo siempre traía novedades. “Che hay un Courtade actor que se llama Gastón, mucha coincidencia, tiene que ser familiar, lo voy a contactar” y lo contactaba. Y sino Celes entraba al facebook y empezaba a buscar familiares por Facebook, sin saber si tenían alguna relación con los abogados, y los encontraba. Y de a poco fuimos encontrando conocidos, personas que habían estudiado con ellos, o que habían militado juntos. Y fuimos armando sus historias.

Y fuimos pensando y repensando juntas que muchas veces la única referencia en imágenes que queda del desaparecido es la foto del documento, en blanco y negro, anacrónica, sin expresión. Creo, creemos, que es a través de los recuerdos, de los momentos compartidos que las personas perduran en la memoria.

De hecho así lo dice un fragmento de una canción de Rubén Blades, que utilizamos de referencia: “¿Y cuándo vuelve el desaparecido? Cada vez que lo trae el pensamiento”. De aquí surgió también la idea de que nuestro proyecto se llame, justamente, Proyecto Aparecidos.

Pasó ya un año y medio desde que empezamos este camino, de un paciente trabajo, que aún no termina… y a lo largo de estos meses fue creciendo, hoy sumamos más de treinta entrevistas realizadas, y varias pendientes. Armamos un blog, donde iremos dando cuenta de los avances de nuestro trabajo; desde el Colegio surgió esta propuesta de realizar la entrega de medallas y llevar adelante esta exposición, que será itinerante.

Pero también fuimos resignificando el objetivo del trabajo. En un principio pensamos el proyecto sólo para los abogados como destinatarios. Jóvenes que pasarían por los pasillos de este Colegio o de los tribunales y verían este mural y se preguntarían quiénes eran estas personas, para descubrir la pasión con que ejercieron su profesión en esos años. Para descubrir que ejercían la abogacía justamente de una forma militante con la defensa de presos políticos, de trabajadores, de postergados.

Ahora, además, nos damos cuenta de la importancia que puede tener este trabajo para algunos de las familiares que descubrirán facetas desconocidas de sus desaparecidos, y que el dolor y la impunidad de tantos años les impidió develar.

Quizás en esta exposición vean imágenes de Antonio, José, Oscar, Gastón, Luis, Domingo, Pablo y Baldomero que nunca habían visto antes. Se enterarán de cosas que no sabían, características de su personalidad que no pudieron llegar a conocer.

De alguna manera, sentimos que el trabajo que estamos realizando es como un rompecabezas, que nos permite ir recuperando la identidad de estos ocho compañeros, ya que algunos entrevistados nos hablaron de ellos como abogados, otros desde el punto de vista de la militancia, otros nos contaron cómo eran como amigos, papás, hermanos, primos, o nos relataron recuerdos familiares…

También en este camino descubrimos, en la mayoría de los entrevistados una enorme necesidad de poner en palabras sus recuerdos. Casi siempre, los primeros minutos de las entrevistas fueron difíciles, las conversaciones comenzaban con respuestas cortas, frases como “no sé de qué les va a servir lo que les cuente” o “no sé qué más decir”, pero todas terminaban en largas charlas, varios encuentros, y la aparición de frases como “hace mucho que no hablaba de esos años” o “esto no se lo había contado a nadie por fuera de mi familia”.

Nos quedó en claro la necesidad de hablar, de recordar, de difundir lo que sucedió en esos años, y sus consecuencias que perduran en el presente; como así también qué pocos espacios, o al menos no los suficientes, parecen existir para hablar de estos temas, aún hoy con todo lo que se ha avanzado.

Durante las charlas, tanto nosotras como los entrevistados pasamos de las lágrimas a las risas, recordando situaciones tristes pero también anécdotas imperdibles de los abogados. Descubrimos sus otras facetas, más allá de la abogacía, relacionadas en muchos casos con la escritura, la pintura, la apicultura… Nos sorprendimos con la cantidad de características en común que existían, existen, entre los abogados, más allá del hecho que entre ellos, algunos, se conocían…

Por ejemplo, Surraco y Zelaya eran amigos al igual que Sosa y Courtade. Courtade y Oshiro compartían el estudio jurídico, de donde fueron secuestrados. Muchos de ellos tenían además inclinaciones artísticas. Y por supuesto todos tenían un fuerte compromiso político y social. Y muchos de ellos tenían una activa militancia partidaria.

Lo que llevó a que estuvieran detenidos en más de una oportunidad o que fueran amenazados, algunos sabían que eran perseguidos, como lo demuestra una carta manuscrita que Elenzvaig envió a este Colegio de Abogados. A algunos se les recomendó abandonar el país, pero ellos no quisieron, no lo aceptaron. Consideraban que debían continuar su lucha aquí.

Nosotras aprendimos a respetar los tiempos de cada uno de los entrevistados, las ausencias, las negativas, hasta los enojos. Y agradecemos enormemente las palabras, las ayudas, los acompañamientos, las recomendaciones y el compromiso de todos los que hemos contactado. Les agradecemos por habernos confiado sus recuerdos, sus historias de vida, por relatarnos sus momentos más dolorosos, por brindarnos tanto material gráfico, fotos, dibujos, documentos.

A través de los relatos, tomamos conciencia de lo valiosa que fue esa generación de hombres y mujeres comprometidos, militantes que creían posible un mundo más justo.

Y este trabajo también fue importante para nosotras porque indica una gran toma de conciencia sobre los terribles acontecimientos sucedidos no hace mucho tiempo, y las hermosas vidas que esa época negra se llevó. Nosotras crecimos en tiempos en los que todo se olvidó, se indultó y se cubrió con una gruesa capa de maquillaje.

Lo que hoy exponemos es tan solo una muestra, una parte del material que hemos recopilado a lo largo de estos meses de investigación, y un adelanto de cómo será el mural que inauguraremos el año que viene. Sabemos que aún nos faltan datos. De hecho, ya tenemos nueva información que no está en la muestra.

Aprovechamos también para invitar a quienes están aquí presentes, y conocieron a los abogados, a que nos contacten, nos acerquen imágenes, recuerdos, que nos corrijan si algún dato no es correcto… porque esta reconstrucción continúa y continuará más allá del final del mural, y de la publicación prevista para el año que viene.

Y nos parece necesario insistir en la importancia de realizar este tipo de trabajos, que experiencias similares se reproduzcan en otras áreas, zonas, instituciones.

Y nos gustaría cerrar con dos textos. Uno de Alberto Zelaya, primo de José Alfredo Zelaya Mass, que enterado de este acto, envió este texto desde Colombia donde vive.

De esta manera, los recordamos a la vez como hombres de carne y hueso para recuperar lo que fueron en vida: hijos, hermanos, familiares, amigos, colegas dilectos; pero también como profesionales del Derecho. Estaban comprometidos con su vocación y pusieron muy en alto el nombre de la abogacía al convertirse en la voz de los que no tenían voz, al elevar su clamor frente al momento tan terrible que estaban viviendo, al dar testimonio de las tremendas exigencias éticas de la profesión, muchas veces tan poco comprendidas y valoradas”.

El otro texto fue escrito por Sergio, el hijo de Gastón Courtade, que vive en Noruega. Él dijo de su padre, y creemos que puede hacerse extensivo a los ochos abogados…

“Mi padre dedicó su vida a la búsqueda de la justicia y a la creación de un mundo mejor; aceptó los retos y los riesgos porque el mundo que esperaban luego de la victoria lo valía; continuemos construyendo, todos los días ese mundo soñado por nuestros desaparecidos”.



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