viernes, 22 de abril de 2011

Discurso del Grupo Tríptico



Luego fue el turno de las integrantes del Grupo de Investigación Tríptico, que llevan adelante el proyecto “Aparecidos, Reconstrucción de la Identidad”. Martina Laborde explicó cómo comenzó a gestarse la realización de este trabajo, mientras que Cecilia Litvin y Celeste Pesoa dieron cuenta de algunos resultados de la investigación, especificando la forma en que los ocho abogados desaparecidos ejercían su profesión…

Martina Laborde

Buenas tardes, antes que nada queremos agradecer a la Facultad de Derecho de Lomas de Zamora por permitirnos realizar esta muestra, que es tan solo una parte del trabajo de investigación que venimos desarrollando hace prácticamente dos años y que se llama “Proyecto Aparecidos”.

Mi nombre es Martina Laborde. Yo soy diseñadora gráfica y tengo vinculación con la época de la última dictadura porque tanto mi mamá como mi papá estuvieron detenidos desaparecidos, y mi hermana nació en un centro clandestino de detención, el Pozo de Banfield.

Fue a través de mi madre que me llegó un e-mail del Colegio (de Abogados de Lomas de Zamora), en el que decían que necesitaban alguien para la realización de un mural en homenaje a los ocho abogados desaparecidos de su departamento judicial. Me gustó la iniciativa y fui a verlo a Claudio (Pandolfi, Secretario de Derechos Humanos del Colegio) pero ya con una idea que incluía una investigación.

Siempre que uno piensa en un mural imagina únicamente los nombres, la fecha de la desaparición y una foto, y mi idea era poder correrme de eso, sacarlos de esa lista, una lista que borra al ser humano, y hace como más fácil digerir a las treinta mil personas que estuvieron dentro de campos de concentración, torturados, con todo el horror que conocemos.

Fui al Colegio a reunirme con Claudio con esta idea y con la impresión de que no les iba a interesar y que lo único que querían hacer era algo políticamente correcto y que me iba a apurar para terminarlo para el 24 de marzo siguiente. Pero no, me encontré con Claudio, que se re-copó y nos dio toda la libertad del mundo y los recursos también para empezar esta investigación.

Coincidimos en que el objetivo del mural tenía que ser el de recuperar la identidad de los ocho abogados, identidad que les fue robada por el terrorismo de Estado. El mural tenía que dar cuenta de quiénes eran, cómo pensaban, qué leían, dónde militaban, cómo ejercían la profesión, cómo era su familia, cómo fue su infancia. Para así entender también el por qué de su desaparición.

Con Celeste somos amigas, ella es diseñadora gráfica, le conté del proyecto, le gustó y se sumó. Después buscamos a Cecilia, que es periodista, porque este proyecto necesitaba una persona que se encargara de la investigación, porque nosotras sabemos de imagen y capaz de concepto, pero no la parte de empezar a rastrear a la gente, a los amigos, compañeros, familiares. O sea, teníamos nombres nada más. Y algunos contactos de Claudio que nos sirvieron para empezar a destramar y a buscar. Así fue como conformamos el Grupo Tríptico, y empezamos a trabajar juntas. La verdad que ya nos supera todo el proyecto, y nos dio y da muchas satisfacciones. 

Como el proyecto se fue ramificando, fue tomando como otro color, empezamos a ver y encontrar otros objetivos. Nos dimos cuenta que el proyecto, la investigación eran muy importantes para los familiares de los desaparecidos. A pesar de los años transcurridos, todavía hay mucha gente que no quiere hablar, no quiere saber, o en realidad no puede, después de tantos años de impunidad, donde nada estaba claro, no había justicia. A muchos familiares les cuesta mucho hablar del tema. Por eso, esta investigación además de terminar en un libro, nos permitirá armar carpetas con todas las entrevistas que hicimos, todo el material que fuimos recopilando, para entregarle a cada familia .

Y en relación a los familiares, muchos ni siquiera pudieron venir a la primera muestra que hicimos en el mismo Colegio de Lomas. Los que sí pudieron acercarse, se paraban en la puerta un rato largo, muy conmocionados, no podían entrar. Fue impactante para nosotras también, ver cómo se emocionaban con lo que nosotras habíamos armado.

La otra faceta que también descubrimos en los entrevistados es la necesidad de hablar, había compañeros colegas que tenían como borrado el tema, hasta algunos se habían olvidado de dónde militaban, o para quién estaban trabajando en aquella época. Algunos luchaban por un país distinto y ahora los veías en un despacho, como con otras ideas en la cabeza. Pero ese click que se les hacía cuando los entrevistábamos también estaba bueno, porque empezaban a recordar y al principio no se soltaban y después de a poco iban recordando y se emocionaban también. Algunos nos contaron que nunca habían vuelto a hablar del tema, o que sólo lo habían hecho con sus familias, pero que les hacía bien volver a hablar, de lo que saben, de sus experiencias con estos compañeros.

A mí me sigue generando una satisfacción inmensa haber empezado este proyecto y esta idea de recuperar la identidad de los ocho abogados desaparecidos, de traerlos aunque sea con el recuerdo.

Cecilia Litvin

Buenas tardes, mi nombre es Cecilia, soy periodista. Y les voy a contar un poco sobre la forma en que los ocho abogados ejercían la profesión. En todos los casos, el ejercicio de la profesión estaba muy vinculado con el compromiso social, el militante.

La mayoría de los abogados que hoy homenajeamos se dedicaban a la defensa de trabajadores y de presos políticos. Queremos retomar algunas palabras del Doctor Pedro Kesselman durante una presentación anterior de esta muestra. Kesselman afirmó que estos abogados “lucharon siempre con los pobres, los perseguidos, con los despojados de derechos. Todos y cada uno de ellos fueron militantes y militantes de la vida, más allá de su pertenencia a determinados espacios, la coherencia de sus convicciones es lo que debemos resaltar y nosotros apelamos entonces a la memoria, no solamente a los recuerdos”.

Su compromiso con la profesión era permanente, la ejercían de una forma militante. No buscaban un reconocimiento, no buscaban ganar dinero. Muchos no llegaron a hacer un peso con la profesión…

Por ejemplo, Antonio Sosa nació en Catamarca, y vivió su infancia y adolescencia en el sur de nuestro país. A los 18 años se vino a vivir a Buenos Aires, fue obrero ferroviario. Trabajó en los talleres de Escalada, mientras estudiaba derecho en la Universidad de Buenos Aires.
Un colega lo describió como “un laburante del derecho”, un laburante que con esfuerzo se recibió de abogado, pero que no había dejado de ser laburante en su manera de ser, de afrontar la profesión, de encarar la vida.
Y aunque nunca le sobró nada, Antonio jamás hizo un peso con la abogacía. Siempre trabajó para sindicatos y defendiendo presos políticos.

Gastón Courtade solía asistir a reuniones o asambleas de trabajadores y los aconsejaba sobre cómo organizarse o los orientaba ante un problema de tipo jurídico.
Tanto Courtade como el resto de los abogados tenían clara la idea de que su formación académica no tenía mucho sustento social si no se vinculaba con el problema concreto de los trabajadores.

Muchos de nuestros abogados, en aquellos años 60 y principios de los 70, tenían contacto con la vida gremial y social obrera, en la que el debate sindical era cotidiano, la experiencia sindical, la organización de los trabajadores era una experiencia cotidiana.

En el caso de Pablo Surraco, gran parte de su militancia fue en la zona sur del conurbano, sobre todo en el Cuartel Noveno de Budge, y en el Barrio Los Pinos, de Llavallol. Como abogado y militante del peronismo, llegó a estar a cargo de la Dirección de Asuntos Jurídicos de la Municipalidad de Lomas, durante el gobierno de Héctor Cámpora. Supo aprovechar esta oportunidad para ayudar en estos barrios a asfaltar las calles, consiguió columnas de alumbrado, luces, los técnicos para ponerlos, y por sobre todas las cosas, organizó a los vecinos.

Según nos relataron varios de los entrevistados hasta los 60 no había un movimiento de abogados con definiciones políticas, había asociaciones de abogados locales. Pero el golpe de Ongania en 1966 produjo un quiebre muy profundo y comenzó a unir la lucha de los abogados. Surgieron así asociaciones, federaciones, colegios. Se creó la gremial de abogados, de la que participaron varios de los abogados de Lomas, como Antonio Sosa, José Alfredo Zelaya Mass, Luis Elenzvaig, Gastón Courtade.

Específicamente en esta zona de la provincia, surgió el Movimiento Social de Abogados, que conformó Zelaya Mass, entre otros. En un principio se planteó contra la dictadura desde el punto de vista de las libertades, de la pelea por la vuelta al orden constitucional. A medida que estos debates se desarrollaban se fueron incorporando gran cantidad de jóvenes abogados, que comenzaron a tomar y continuar las reivindicaciones políticas, sociales y económicas. Se dio un proceso de radicalización del ejercicio de la profesión. Por esos años, además, se produce la primera desaparición de un abogado: Néstor Martins y su cliente Nildo Centeno a fines de 1970.
Este movimiento social de abogados participó de la primera elección que se realiza en el flamante Colegio de Abogados de Lomas de Zamora. No ganó, pero obtuvo alrededor del 25 por ciento de los votos.

Celeste Pesoa

Hola, soy Celeste, la otra diseñadora del Grupo Tríptico, y antes de leerles algo que escribimos para hoy, les quería contar algo que se me viene a la mente en este momento. Cuando le conté sobre este proyecto al marido de mi mamá que es ex detenido desaparecido, me escuchó atentamente hasta el final y me dijo, con cierto alivio, “lo bueno de esto es que este problema ahora es de todos, ya no es más solamente de la gente que lo sufrió directamente sino que ahora se está transformando en un problema de todos porque nos hacemos conscientes del problema, de todo lo que sucedió. Les leo ahora el texto...

Las persecuciones a los abogados no eran solamente porque militaban, sino también porque ejercían la profesión de una forma militante. En esos años, los abogados defendían a presos políticos sin importar si pertenecían al mismo partido que ellos. Baldomero Juan Valera, apoderado del Partido Comunista de la Provincia de Buenos Aires, fue uno de los abogados que más defensas de presos políticos realizó durante los primeros meses de la dictadura de 1976, y no todos sus defendidos estaban afiliados al comunismo.

Durante los primeros tiempos de la dictadura, además de interponer habeas corpus, varios abogados seguían defendiendo a trabajadores, en algunos casos contra empresas muy relacionadas con el poder. Algunos entrevistados nos comentaron que, al momento de desaparecer, Oshiro y Courtade estaban haciendo una defensa colectiva de un conjunto de 130 trabajadores en conflicto con una empresa química de Quilmes. Se dijo muchas veces que esa empresa pertenecía a un familiar de Martínez de Hoz, por lo que no puede descartarse la posibilidad de que el secuestro haya estado vinculado con este conflicto sindical.

Al momento de desaparecer, Pablo Surraco estaba investigando las irregularidades en la relación del Estado argentino con la empresa de electricidad Italo Argentina, en la que también estaba involucrado José Alfredo Martínez de Hoz. Justamente, todo este compromiso, toda esta lucha fue lo que desde el terrorismo de Estado se quiso destruir.

Nuestros abogados desaparecidos, militaban, soñaban un país diferente, con igualdad de oportunidades, se animaron o creyeron que era posible cambiar lo establecido. Pero no fueron los únicos, fueron 30 mil, y la única manera de acallar sus voces fue a través de un plan siniestro de exterminio, asesinando a toda una generación. Fue a través de la tortura y la muerte que lograron romper los lazos solidarios, infundir el miedo, el “No te metás”, el “Algo habrán hecho”.

Intentaron silenciarnos durante años, intentaron hacernos creer que nada podemos hacer para cambiar la realidad, modificar nuestro barrio, nuestro lugar, nuestro país, nuestro destino.

Por eso creemos que es tan importante recuperar y reconstruir la vida de los desaparecidos, en este caso de estos ocho abogados militantes, porque su historia es parte de nuestra historia, y es necesario conocerla, no solo para reivindicar su lucha, su compromiso, sino también para tomar los elementos, las enseñanzas que nos permitan construir un modelo de sociedad diferente, basado en la participación, la solidaridad, la organización, el compromiso, para construir todos juntos un futuro diferente… un futuro como el que nuestros ocho abogados soñaron y lucharon.

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